Elecciones presidenciales de 2020 en Bolivia. El retorno de Evo Morales.


Hace exactamente un año tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Bolivia. En aquella oportunidad, la preocupación más importante previo a los comicios fue si Evo Morales y el MAS serían capaces de imponerse en la primera vuelta. Entonces era evidente que en caso de disputarse una segunda vuelta la oposición unificada tenía los mayores chances de alzarse con el triunfo electoral y de poner fin a 14 años de gobierno de un solo partido y un único líder.

Lo que sucedió en aquel momento es historia bastante conocida. Morales y el MAS orquestaron un fraude que derivó en manifestaciones y enfrentamientos en las calles.  Para pacificar al país que amenazaba irse de las manos, Morales accedió a que observadores de la OEA  se erigieran en auditores y árbitros de los resultados electorales. Nunca quedó claro por qué el expresidente aceptó ponerse en manos de la organización. Pero una vez que esa institución confirmó que se había cometido fraude la protesta se tornó incontenible. Morales declaró nulo los comicios para de inmediato verse obligado a renunciar una vez que las fuerzas armadas, la policía y la Central Obrera Boliviana, hasta ese momento aliado del MAS, le solicitaron que diera un paso al costado. El vacío de poder se resolvió con la proclamación de la entonces segunda vicepresidenta de la cámara de senadores,  Jeanine Áñez, cuarta en la escala de sucesión, como presidenta del país.

El mandato de la interina era restablecer el orden constitucional y garantizar la rápida realización de elecciones competitivas y transparentes. Sin embargo, Áñez tenía otra agenda. Prolongó su estadía en el poder, desencadenó una persecución policial, penal y mediática contra el liderazgo del MAS, alineó a Bolivia en la órbita de la administración republicana de Estados Unidos y llegado el momento, traicionó su promesa de no aprovechar su posición privilegiada y se registró como candidata presidencial en los nuevos comicios. La sucesora del usurpador llegada a salvar la democracia devino a su vez en usurpadora. No mostró aprendizaje alguno respecto a  la razón más probable por la que el usurpador no tuvo otra alternativa que el fraude. Morales había sido inhabilitado para volver a presentarse como candidato presidencial dos años antes cuando respondiendo a un referéndum el pueblo boliviano lo había vetado.    

Del mismo modo en que resultó fallida la agenda del fraude de Evo y el MAS, también lo fueron los planes de Añez. Su extendido interinato se vio marcado por un pobre desempeño económico,  denuncias de corrupción y una gestión deficiente de la pandemia. Finalmente, advertida de que su intención de voto decrecía regularmente en las encuestas, Áñez renunció a su candidatura presidencial un mes antes de los comicios.

Finalmente, las elecciones presidenciales tendrán lugar el próximo domingo 18 de Octubre. A pesar del fraude, de la difusión de  los excesos cometidos en el poder por la cúpula masista, de restricciones  institucionales injustificadas a que sus referentes, en primer lugar, Evo Morales, fueran candidatos a puestos de elección popular, la intención de voto favorece al MAS. Todo indica que el partido que dirigió hegemónicamente el país entre 2005 y 2019 debe imponerse en la primera vuelta. Exactamente como se esperaba que ocurriera un año atrás. Pero eso sí, con mucha mayor certeza de que no podrá superar en la primera vuelta el umbral que la constitución boliviana indica para ser declarado vencedor definitivo del proceso electoral (más del 40% de los votos válidos y 10% de diferencia sobre el candidato que quedó en segundo lugar).

Son tres las fuerzas políticas principales que compiten. El MAS con una intención del voto de aproximadamente 33%, Comunidad Ciudadana (centro derecha) del expresidente Carlos Mesa (27%) y Creemos (derecha), el partido encabezado por Luis Fernando Camacho (12%) quien fuera el controvertido líder que estaría detrás de los excesos que se cometieron durante las protestas de un año atrás que provocaron las renuncias masivas a sus carteras de los ministros del gobierno de Evo Morales.

Se trata de una elección presidencial atípica. Viene precedida por una intentona de fraude, una interrupción del mandato constitucional y un prolongado interinato. Significa que si regularmente el comportamiento de la economía o de la aprobación presidencial lo empleamos como predictores del desenlace electoral, en este caso, la capacidad anticipativa de esas variables no aplica. Ignoramos qué variable en específico puede ser capaz de predecir cuál fuerza política será capaz de alzarse definitivamente con el triunfo en unos comicios presidenciales no ordinarios.

Sin embargo, eso no significa que no tengamos pistas al respecto. En cierto sentido, el escenario es muy parecido al de un año atrás. El MAS se encuentra urgido de imponerse en primera vuelta. En la segunda tiene poco o ningún chance de vencer a la coalición de las fuerzas de la derecha. El asunto es que si contando con todos los recursos del Estado y siendo su candidato el propio mandatario de turno en plan de reelección el MAS no pudo lograr ese propósito en las elecciones de 2019, sería una enorme sorpresa que lo pudiera alcanzar ahora. Más sensato parece anticipar  un importante desgaste ocasionado por la larga estadía en el poder, el fraude cometido y la persecución mediática y trabas experimentadas por parte de Áñez y compañía. Es interesante que una vez que los comicios presidenciales concluyan y se conozca el caudal de votos obtenido por el MAS, quedará abierto al debate público qué tan lejos realmente estuvo esa fuerza política de la votación reportada en la elección fraudulenta de 2019.

Esta elección presidencial no trata sobre la posibilidad de retorno de Evo Morales al poder aunque el ex presidente lo asegura desde su exilio en la vecina Argentina. El MAS parece descartado. La verdadera oportunidad  del MAS residiría en aprovechar que sus adversarios se presentan divididos y que su caudal de votos en la primera vuelta le permita, al menos, conservar el control de una o de ambas cámaras legislativas ante un eventual gobierno de centroderecha presidido por Carlos Mesa. Actualmente el MAS controla todavía dos tercios de la asamblea legislativa y el senado, pero esa situación ventajosa tiene como fecha de caducidad el próximo domingo.

Entonces, si el candidato del MAS, el exministro de Economía Luis Arce, ni tampoco los candidatos contrincantes, Mesa y Camacho, tienen posibilidades de proclamarse presidente electo en la primera vuelta, lo que en realidad se va a dilucidar el domingo es bajo el control de cuáles fuerzas políticas quedan la asamblea legislativa y el senado. Si alguna de esas cámaras quedara bajo control del MAS es seguro que el próximo gobernante, lo más probable Carlos Mesa, para gozar de gobernabilidad tendrá que negociar con esa fuerza la posibilidad de que a cambio de que no veten en el poder legislativo algunas de sus iniciativas de mayor calado, Evo Morales pueda regresar al país con garantías de conservar su libertad. Entonces, la primera vuelta en Bolivia trata sobre el posible retorno de Evo Morales pero no precisamente en la forma en que el expresidente quiere.

Orestes Enrique Díaz Rodríguez

Tulum, 13 de Octubre de 2020

Año de la Pandemia

Acerca de orestesenrique

Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Guadalajara. Creé "Certezas de la Incertidumbre" en 2009. No podía imaginar entonces la utilidad que nos reportaría tanto a mi como a mis estudiantes.
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